Testimonio Felipa Hernández Barragán






    La población de Tlayacapan  –al noreste del estado de Morelos– se caracteriza por su espectacular paisaje, donde destaca una cadena de cerros desde los cuales se observan poblados circundantes. Su misma denominación, dentro del sentido de la cosmovisión  náhua, connota las particularidades geomorfológicas de zona alta, ya que los vocablos: “Tlalli” (tierra), “Yacatl” (nariz, punta, o extremidad de la tierra), y “Pan” (sobre o encima), se traducen como: “Sobre la punta o nariz de la tierra”; por esta posición detentó una importancia geopolítica en el periodo precolombino.  Si bien, el principal rubro económico de la población es la agricultura, sus actividades estéticas son representativas de la riqueza de su acervo histórico cultural, ya sea a través de su producción cerámica artesanal o de su actividad musical representada por la Banda de Tlayacapan, fundada por Vidal Santa María, en 1879, y partícipe de la movilización zapatista, durante la Revolución Mexicana, bajo la dirección del teniente-coronel Cristino Santamaría.

    La industria artesanal alfarera constituye una tradición estética y utilitaria ancestral, ya que sus instrumentos y métodos de trabajo actuales se remontan a la época precolombina. A través de sus productos, se advierten la preservación de los usos y costumbres de la población desde la dimensión de su vida privada y pública; ritual y profana. Por una parte, la comunidad de alfareros no sólo conserva la memoria de su oficio y los diseños de piezas antiguas; también reproduce la organización de los talleres artesanales con un carácter familiar y generacional que no ha sufrido cambios notables hasta la actualidad. Por otra, su historia revela características de la producción precapitalista que se confronta con las transformaciones culturales, sociales y económicas que impone el mercado capitalista. Dado el relativo aislamiento de la población hasta la década de los años setenta, cuando se construyó una vía de comunicación terrestre hacia la ciudad de México y se incrementó el turismo, la comunidad de alfareros afronta el dilema de modificar sus parámetros técnicos de producción y el diseño de sus piezas utilitarias, a fin de no perder la rentabilidad de su actividad frente a la suma competencia de artesanías producidas en otros estados del país. Fenómeno que no remite exclusivamente a una transformación de las condiciones de producción, sino a la sustitución de los marcos culturales y simbólicos de los productores a favor de la lógica del mercado turístico.

    Otro aspecto sumamente interesante de la cerámica artesanal es la existencia del conjunto escultórico ritual, de pequeño formato, denominado “juego de aire”, elaborado por Felipa Hernández Barragán, conspicua artesana de 101 años y quien, actualmente, es la única persona que preserva la producción de estas piezas rituales destinadas a la curación de las enfermedades del “mal de aire”. El conjunto escultórico escenifica el ritual de curación mediante las figuras del curandero, sosteniendo entre sus manos una pequeña ave, el paciente recostado sobre una cama y figuras de diversos animales (lagartija, ciempiés serpientes, un toro, un burro, araña, escorpión, sapo, ave). Los testimonios de los habitantes de Tlayacapan señalan que el no respetar el protocolo que deben guardar los miembros de la colectividad con la naturaleza, tiene como consecuencia la emergencia de enfermedades en el infractor. Si el caminante que transita cerca de un hormiguero no saluda al “hermano aire” o no le ofrece parte del alimento y de la bebida que va ingiriendo, enfermará precisamente de “mal aire”. En este caso, el malestar físico deriva de factores sobrenaturales, esto es, provocadas por fuerzas invisibles que habitan en la naturaleza. Los “malos aires”, que se gestan en el hormiguero como lo plantea el ritual de curación, constituyen la expresión de seres divinos vinculados a la tierra y el agua que se manifiestan en las corrientes de agua, ríos y cascadas; los bosques, cuevas, barrancas, oquedades geográficas y hormigueros, dado que se considera que son sitios donde se genera las lluvias y las nubes. Para reparar la ofensa a las divinidades y solicitar su anuencia a fin de curar al paciente, se deposita una ofrenda acompañada del conjunto escultórico en los hormigueros, barrancas u oquedades naturales, donde ha ocurrido la ofensa a la naturaleza. Tanto el ritual de curación como el conjunto escultórico remiten al complejo sistema de ideas nahuas sobre la salud y las enfermedades, donde la primera se vincula a la armonía del individuo consigo mismo, con la naturaleza, el orden social y las divinidades. La investigación Cerámica de Tlayacapan, estética e identidad cultural, (Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2005) aborda las premisas filosóficas del antiguo pensamiento y cosmovisión nahua que sustentan el ritual de curación y el simbolismo de la estética como vehículo de comunicación con las deidades; así también plantea el análisis de la artesanía cerámica de Tlayacapan en función de su acervo cultural e identitario y sus potencialidades para generar un desarrollo sustentable acorde a las necesidades de la comunidad artesanal.


Dra. Alma Patricia Barbosa Sánchez
Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM)
La Dra. Alma Patricia Barbosa Sánchez es profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, es especialista en sociología del arte y de la cultura; obtuvo el grado de doctorado en la Universidad Autónoma Metropolitana, cursó la Maestría en Artes Visuales, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, UNAM y cursó la licenciatura en Sociología, en la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha publicado los libros: La intervención artística de la ciudad de México, México, CONACULTA-INBA, ICM, 2003; y Cerámica de Tlayacapan, estética e identidad cultural, México, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2005. Actualmente, aborda la investigación sobre la conmemoración de la muerte en el Estado de Morelos.